domingo, 9 de noviembre de 2014

Pequeños detalles

¿Alguna vez os ha pasado que vives una situación que te parece tan surrealista que te cuesta creer que esté ocurriendo de verdad? Pues así estoy yo. A veces miro a mi alrededor y me veo en el metro, o en el supermercado, o haciéndome la comida en mi estrecha cocina y me digo "Wow, esto realmente está pasando".

Llevaba tanto tiempo esperando a que llegara la Universidad para venirme a Madrid, para estudiar algo que me apasiona, para dar un paso en el camino que me llevará a mi sueño... Y ahora que por fin ha llegado el momento no puedo librarme de la sensación de que estoy dormida, de que en cualquier momento despertaré y seguiré en Coruña, con clase al día siguiente, con más exámenes. Entonces experimento un instante de extraña lucidez en el que todo lo que me rodea se ve súbitamente más nítido, los sonidos más claros y altos, los colores más vívidos. Y vuelvo a pensar "Wow, esto realmente está pasando". No siento añoranza por lo que dejé atrás, siempre he sido bastante independiente. Estoy contenta, esto es lo que quería, lo que llevaba tiempo esperando. 

Pero eso no quita que haya momentos, como este fin de semana, en los que me dé cuenta de cuánto ha cambiado todo; en los que detecto pequeños detalles en los que antes no me fijaba por darlos por asegurados, pequeños detalles que ahora aprendo a valorar; pequeños detalles como salir a la calle en una noche lluviosa y tener el coche esperando fuera, librándome de correr hasta la parada del metro; como el pensar "bah, tengo el fin de semana para recuperar horas de sueño" pero luego encontrarte el sábado a las ocho de la mañana con una pequeña rata peluda chupándote la cara y ladrando porque ya no aguanta más el pis; como que me despierte mi hermano pequeño para meterse en la cama conmigo y calentarse sus congelados pies con los míos; como ir a comprar el periódico y tener el desayuno preparado y esperándome en la encimera de la cocina a mi vuelta; como saber a quién tengo que buscar cada vez que quiera un abrazo; como llegar a una casa que no me recibe con silencio sino con el calor de la familia, de los seres queridos. Pequeños detalles del día a día a los que no damos importancia alguna pero que luego brillan por su ausencia. Y puedo afirmar, sin lugar a dudas, que son lo que más echo de menos.