viernes, 7 de marzo de 2014

Mejor callarse.

Me duele la cabeza, así que no tengo ganas de discusiones. Instauro un silencio entre nosotros, quizá para ti incómodo, pero para mí es agradable, algo necesitado. Trato de mantener mi boca convenientemente llena de napolitana o zumo para evitar conversaciones que pasen de los banales "¿Qué tal el viaje?" o "¿Cómo vas en el colegio?" que nos preguntamos por una mera cuestión de educación.
Asiento, sonrío, sin tener idea alguna de lo que me has dicho, podrías estar insultándome que yo te daría la razón, todo por el simple hecho de que mi cansado cerebro está desconectado, perdido en su mundo, prefiriendo la ignorancia antes que el conocimiento. Te quejas levemente de que estoy muy callada y yo te doy la razón, argumento que tengo sueño, que acabo de terminar exámenes -medianamente cierto- y tú asientes, conforme, aparentemente satisfecho con mi explicación.
Supongo que no sabes que es una mentira, que en realidad prefiero no hablar. ¿De qué sirve hablar contigo? Ambos sabemos que acabaremos desviándonos a temas peliagudos, ambos sabemos que yo tengo unas opiniones y tú otras radicalmente distintas, y que si nos ponemos a hablar seriamente, solo terminaremos discutiendo, como siempre.
Otra vez más.
Pero estoy cansada de eso.
Me muerdo la lengua, me trago las palabras, en eso soy una especialista. "Mejor callarse" me digo a mí misma, evadiéndome del mundo, de lo que dices, de que mi hermano te esté toqueteando el pelo aunque sabe que lo odias. Agacho la mirada y me concentro en acabar lo que hay en mi plato, con el pensamiento de que cuánto antes lo haga, antes nos iremos a casa.
Pero no puedo evitar lamentarme. ¿Cuándo hemos llegado a esta situación? ¿Cuándo me he visto obligada a no decir lo que pienso para evitar disputas? ¿O tú? Supongo que esto ha pasado siempre, porque tú y yo hemos chocado desde el principio. Supongo tenemos los mismos genes de cabezonería en nuestros ADNs. Aún así, siento cierta envidia de aquellos que logran llevarse bien contigo, comprenderte sin tener que rechazar sus ideales. Ojalá pudiera hacer yo eso, así no sería todo tan tenso, tan falso.
Pero no puedo.
Por lo tanto... Mejor callarse.

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