martes, 6 de enero de 2015

Oro en la copa

Dice la tradición que se debe celebrar la llegada de un nuevo año brindando con una copa de champán y algo de oro dentro. Unos creen que es para atraer el amor, ya que normalmente lo que se echa en la bebida es una alianza, símbolo de la promesa de amor entre dos personas. Otros creen que, al ser oro, lo que atrae es la abundancia y el control sobre el patrimonio que ya se posee. Pero también existe la creencia de que garantizará que el año entrante venga lleno de cosas buenas.

Cuando nosotros decidimos seguir con la tradición que habíamos abandonado años atrás por razones que ya recuerdo; no fue pensando en suerte, ni en dinero, ni en amor. Bueno, quizá sí un poco en esta última, pero no de la forma en la que se espera. Al quitar la alianza de oro que llevo colgada de una cadena al cuello, no esperaba encontrar un Príncipe Azul. Al observar cómo se hundía con rapidez, chocando contra el fondo de la copa con un tintineo y levantando una nube de burbujas a su paso, no esperaba que me tocara la lotería.

Vi la banda dorada sumergida en champán, pequeñas burbujitas de oxígeno formándose sobre su superficie, casi ocultando la fecha cuidadosamente grabada en su interior. Una fecha que ya me sé de memoria por tanto verla. Me tomé un momento para aislarme del barullo que me rodeaba, del confeti volando y las serpentinas cruzando de lado a lado la mesa, de las voces de fondo de la televisión y el primer anuncio del año. Estaba yo sola del salón, con la copa alzada, el resplandor de las bengalas haciendo destellar al champán. Cerré los ojos y casi pude ver la silla sobrante ocupada por la persona que faltaba para hacer la noche perfecta.

Con una sonrisa, volví a la realidad justo a tiempo para brindar. La alianza fue mi forma de incluir a quien nos había abandonado; a quien ya no estaba entre nosotros. Cuando devolví el anillo a su cadena, y esta a mi cuello, tuve la certeza de que quizá ya no podía estar en cuerpo presente, pero su espíritu seguía vigilándonos de cerca, como un ángel de la guarda. Y eso... Era suficiente.


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